¿Qué es la atención consciente?
Según Pema Chodron, la meditación no consiste en dejar de lado los pensamientos, sino de cambiar nuestro hábito de aferrarnos a las cosas, que en la vivencia diaria son ni más ni menos que los pensamientos.
Los pensamientos son perfectamente aceptables si los vemos como algo transparente, pero lo que suele pasar es que nos enredamos en los juicios, en calificarlos como "buenos" o "malos", en el "a favor" y "en contra", en el "sí" y en el "no", en el afán porque sean así o asá. Incluso eso podría ser aceptable, si los pensamientos no fueran acompañados por emociones muy fuertes, lo que nos lleva a agrandarlos cada vez más. Ese aferrarnos a los pensamientos nos atrapa, nos aprisiona. Y eso es algo que nos pasa a todos, a todos y a cada uno.
Es como si hubiera un espacio vasto, ilimitado -una total apertura, una absoluta libertad, una liberación total-, pero el hábito de los seres humanos es aferrarnos a pedazos de ese espacio llevados por el miedo. Eso es lo que se conoce como el "ego": el aferrarnos al contenido de los pensamientos. Y ésa es también la causa del sufrimiento, porque hay algo en ese gesto de limitarlo todo que nos provoca mucho dolor, porque eso es lo que nos lleva a vivir en un constante querer o rechazar. Vivimos en un eterno conflicto con los demás, con las situaciones, incluso con nosotros mismos. Eso es lo que denominamos estrés, lo que se manifiesta como un estrés continuo y permanente. Hasta la gente más sana y menos neurótica siente una cierta ansiedad que puede ser sutil o muy profunda, una especie de desasosiego, de insatisfacción.
Después de emigrar a occidente, cuando Trungpa Rinpoche comenzaba a enseñar en Vermont en el centro "Tail of the Tiger", actualmente conocido como "Karme Choling", solía decirle a sus alumnos: "Siéntense a meditar y dejen que la mente se abra y se relaje; permítanse estar completamente abiertos, con la mente abierta, y cuando se distraigan y se encuentren pensando, cuando dejen de estar plenamente en el presentes y sientan que algo los arrastra, dejen que la mente vuelva a aquietarse, a abrirse".
Pero Trungpa Rinpoche empezó a darse cuenta que la mayoría no llegaba a sentir ni apertura ni calma; que lo único que hacía era dejarse llevar por un constante e interminable blablablá mental. En la práctica nos conectábamos con lo que nos preocupaba, con la inquietud por el trabajo, por la pareja, por todo tipo de cosas. Y en la mayoría de los casos no había ni la más mínima apertura; sólo ruido, mucho ruido. Lo único que hacíamos era sentarnos y tratar de aquietar la mente en medio de ese blablablá, porque las instrucciones no nos servían mayormente. Eran instrucciones más avanzadas de lo estábamos en condiciones de captar.
Eso llevó a Rinpoche a dejar de lado las enseñanzas tradicionales y a proponernos algo mucho más simple: "Abran la mente y déjenla aquietarse". Concretamente, lo que nos decía era: "Conéctense con la respiración y concéntrense en la exhalación". Rinpoche nos dio algo en que centrar la meditación y el hecho de concentrarnos solamente en la exhalación no deja de ser importante. No quiere decir que no inspiremos y exhalemos, porque evidentemente lo hacemos, pero le prestamos más atención a la salida del aire, porque es lo que más nos ayuda a dejar que la mente se manifieste con toda naturalidad, porque el aire sale sin esfuerzo y se disuelve en el espacio.
Hace poco leí un artículo sobre meditación, escrito por Rinpoche cuando recién empezaba a enseñar, y que es una especie de instrucción de transición. En ese texto nos decía que empezáramos prestándole atención a la respiración, tanto a la inhalación como a la exhalación, pero luego aclaraba "lo más importante no es observar la respiración sino sentir el aire que entra y sale, para fundirnos con la respiración. Desde el comienzo, traten de reducir al mínimo el esfuerzo por prestarle atención y limítense a sentir la entrada y salida del aire". Y luego decía "Empiecen a concentrarse en la expiración y en el espacio en el que el aire se dispersa, concentrándose cada vez más en eso. Y vean si pueden dejar que la práctica se empape más y más de esa sensación de lo externo y del espacio".
Cuando traté de describirle esta técnica a una amiga que meditaba en un grupo budista de otra tradición, en el que se hace hincapié en prestar atención a la respiración, le dije "Nosotros nos concentramos en la exhalación y, según nuestras enseñanzas, no hay que hacer nada más. Cuando se produce la exhalación, esperamos nuevamente, sin hacer nada. Y así sucesivamente: el aire sale y nos quedamos quietos y luego vuelve a salir ". "¡No puede ser!", me contestó. "¿Por qué?", le pregunté y ella me respondió "Es que en ese caso hay toda una etapa de la meditación en que no hay nada a qué aferrarse, nada en qué concentrarse, nada a lo que lo tengamos que estar atentos". Y me di cuenta que de eso se trataba precisamente. Nunca me había dado cuenta antes tan claramente de que eso era lo esencial.
El intervalo que se produce entre una exhalación y otra a veces se define como un "vacío". Ese vacío se refiere a una especie de "alto" en el blablablá mental, a una sensación de espacio, de apertura. Un aprendiz de meditación puede demorar mucho en sentir ese vacío, ese espacio en blanco, pero está bien que sea así. Por eso, el otro aspecto de la instrucción de meditación es rotular todas las ideas que se nos ocurren como "pensamiento", soltarlas y luego volver a concentrarnos en la exhalación. Esta instrucción nos invita a hacer un alto en el interminable diálogo interno. Y aunque lo hagamos solamente una vez, nos da una especie de pausa que nos hace volver a conectarnos con lo que sentimos al exhalar. Quizá no nos demos cuenta que es un pausa, pero de todos modos es lo que nos hace volver a rotular las ideas como "pensamiento" y volver al presente.
Trungpa Rinpoche decía "la técnica nos lleva a abrirnos y no nos hace hacer nada que después tengamos que deshacer". En esta técnica no hay nada a qué aferrarse. Por eso, se podría decir que se parece a la muerte, porque el aire se dispersa y no hay nada que venga a continuación. Uno puede llegar incluso a sentir pánico al exhalar, por no tener nada a qué aferrarse. No se trata de fomentar el pánico, pero cuando veo que surge siento que hay una conexión con la esencia de la meditación.
Ese estado de apertura con el que nos conectamos es la verdadera naturaleza de la mente y se describe a menudo como "el gran cielo". Así se describe en la tradición mahamudra y en el dzogchen y en términos muy parecidos en la tradición zen. La verdadera naturaleza de nuestro ser no es este cuerpo, esta forma corporal, que es pasajera, sino el cambio y la desintegración. Desde el nacimiento a la muerte, lo que se da es un constante deterioro, pero con lo que siempre podemos contactarnos, como si fuera un derecho adquirido al nacer, es la vastedad y la absoluta apertura de la mente. Y lo que llamamos "ego" es la reducción de la mente y el aferrarnos a aspectos muy limitados de ella, lo que en la vivencia personal se expresa cuando decimos "esto es lo que quiero y esto es lo que no quiero", "esto me gusta y esto no me gusta". Eso es aferrarse a ideas limitadas, en lugar de abrirnos a todas las posibilidades que tenemos.
Por eso creo que es útil conocer de dónde proviene la técnica, que apunta a la verdadera naturaleza de la mente, amplia y sin trabas. Esa es la verdadera naturaleza de la realidad. Pero nosotros tenemos un hábito muy arraigado, el de querer aferrarnos a todo, incluso al estar atentos. Queremos tener algo seguro en que apoyarnos. A diferencia de eso, esta técnica nos aleja nos acerca a una forma de vida mucho más libre y más amplia. La técnica no apunta a dejar de lado los pensamientos, sino a dejarlos que se desplieguen en ese enorme espacio del que formamos parte. Y para eso basta con darse cuenta de que es así.
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