martes, 12 de abril de 2011

Mandalas

El Mandala puede tomar formas diversas, pero 4 elementos son casi invariables estén o no presentes de manera explicita.

El centro, la cruz, el cuadrado y el círculo.

El centro es esencial y sin él no existe una estructura mandálica.

El círculo, señala lo infinito, aquello que no tiene forma, lo celestial, y la cruz, lo que tiene forma, lo que tiene límite, la materia.

La cruz es el cuatro, el cuadrado, la energía estabilizada como forma.

Cuando ambos elementos se unen, el Mandala nos habla de la entrada de lo infinito en la forma, el cielo en la materia, lo infinito en lo finito en una relación que al mismo tiempo unifica y distingue dos conceptos fundamentales para nosotros: energía y forma.

En las matemáticas antiguas encontramos el enigma de la cuadratura del círculo, que se encuentra relacionado con la estructura del Mandala. Al sumar el cuadrado a los símbolos anteriores se alude al Paraíso: el lugar donde el Cielo está en la Tierra, donde la forma material reproduce la totalidad celeste sin que haya contradicción entre energía y forma, entre Cielo y Tierra.

Cuando el ser humano funda, cuando organiza algo que remite a una totalidad, necesita simbolizar un centro que ordene una potencialidad global. Todas las plazas de las ciudades son Mandalas, en las Iglesias y templos siempre hay Mandalas. El símbolo del sol es un Mandala.

Son muy conocidos los Mandalas orientales tibetanos con sus demonios y sus ángeles: se intenta con ellos simbolizar para la meditación de la conciencia, la totalidad de la conciencia sin exclusiones, sosteniendo una máxima tensión entre los opuestos.

O sea que el Mandala es una manifestación del psiquismo humano profundo, que aflora ante cierta experiencias evocando un estado integrado de conciencia. Cuando hay grandes desequilibrios psicológicos, el dibujo de Mandalas ayuda a la recuperación del equilibrio. Se ha comprobado que en casos de alteraciones agudas del psiquismo, la persona intenta dibujar Mandalas, pero estos tienen tres centros o sea que no logra centrar, equilibrar.

El efecto que logramos al dibujar Mandalas, es el de tranquilizarnos, porque nos remiten a un nivel en que es trascendida la fragmentación y el desorden de la conciencia.

Algunas leyes del Mandala

1) El Mandala es un símbolo de totalidad y de integración, nunca habla de fragmentos. Por lo general está organizado radialmente con un centro y una periferia, o con distintas periferias concéntricas.

Lo importante es que lo que esta en el centro es exactamente lo mismo que está en la periferia, solo que en otro estado. Un Mandala implica el despliegue de un centro en una periferia y, a la vez, implica la disolución de la periferia en un centro. Las dos cosas son lo mismo, o sea, algo se despliega desde el centro amorfo y toma cierta forma en la periferia. Aquello que en el centro está implicado, en la periferia está desplegado.

En la periferia, el centro se encuentra en estado de forma; en consecuencia, son múltiples las formas necesarias para dar cuenta de la energía, porque la energía, lo ilimitado, no cabe en una sola forma, siendo esta excluyente par definición. La forma siempre deja afuera algo de la totalidad, que deberá manifestarse en otras formas complementarias. En cambio, el centro en sí mismo contiene toda la energía y, potencialmente, todas las formas que pueden encarnar esta energía. Así el Mandala se va mostrando en distintos niveles de definición. La periferia es el nivel más estable; el centro, el nivel más vivo.

Entonces, esta es la primera relación entre centro y periferia: en el centro está la totalidad y, desplegada en la periferia, está esa misma totalidad, en cuanto multiplicidad.

La dinámica del Mandala, consiste en que el centro se despliega como multiplicidad, Pero desde otro punto de vista, la periferia se disuelve como vacío central. Al pensarlo estamos produciendo una distinción de dos movimientos que en la realidad se dan simultáneamente.

Por otra parte, el centro del Mandala es un punto vacío; es lo amorfo por excelencia. Es lo que va tomando forma, hasta escindirse como multiplicidad. O sea que, en el centro, hay una unidad amorfa y en la periferia hay una multiplicidad de formas. Cuando se dice “unidad”, nuestro cerebro lo retraduce como “uno”, pero no es necesariamente así. En el vacío central que remite a la unidad, no hay nada en tanto que forma. 

2) Una de las consecuencias de este doble movimiento, en el cual el centro se manifiesta hacia la periferia y a la vez esta se integra, se disuelve, se consuma en el centro-, es que cualquier movimiento en una dirección, automáticamente tiene que estar compensado por el movimiento en la dirección contraria. O sea que, si aparece una forma en algún punto de la periferia, tendrá que existir otra forma en el punto opuesto de la misma, que compense a la primera. Es decir, todo lo que aparece en la periferia del Mandala tiene que estar representado u organizado de forma bipolar.
Por definición, apenas aparece algo en una dirección tiene que surgir su equivalente en el sentido opuesto, para mantener así en equilibrio la totalidad. De hecho, si decimos que está presente el primer elemento (que implica el segundo) podemos decir asimismo que también tiene que estar el tercer elemento (que implica el cuarto).

Es decir que para que esto sea un Mandala, en el mismo momento en que se manifiesta algo en la periferia tienen que manifestarse todos los puntos complementarios, manteniendo así el equilibrio de la totalidad en la representación. No hay en el Mandala, la posibilidad de una dirección autónoma, unilateral, independiente de las demás. Esta es precisamente, la ilusión de la conciencia identificada con la forma. En rigor, todas las direcciones de la periferia son sincrónicas y necesarias las unas con respecto a las otras.

La aparición de los elementos en complementación bipolar, es simultánea. Si existe A tiene que existir B. Si existe el norte, tiene que existir el sur. Y también el este y el oeste, porque de lo contrario no hay espacio. En consecuencia ya sabemos que lo que aparece en un Mandala, está ordenado bipolarmente.

Podemos llamar a esta bipolaridad como opuestos, blanco y negro, frío-caliente, masculino-femenino, lo que es cierto es que siempre se manifestarán.

3) Otro principio inherente al Mandala nos dice que en su centro está implicada toda la periferia, así como la periferia es una manifestación del centro. Claro que si digo esto, respetando la ley anterior, debo decir asimismo que el centro es una desaparición de la periferia. En otros términos, en una dirección, lo amorfo se manifiesta en forma y, en la otra dirección, la forma desaparece en lo amorfo.

La coherencia con lo mandálico es que no podemos elegir una de estas dos direcciones. No tiene sentido decir que es una u otra. Tener preferencias hacia una u otra. Es muy posible que nos alineemos en dos bandos compuestos por los que ven que la periferia es una manifestación del centro y los que ven que el centro es una desaparición de la periferia.

Es decir, intuitivamente, tendemos a ver uno solo de estos dos aspectos y, por lo general, el que vemos con más frecuencia –por nuestro condicionamiento cultural- es el que dice que “la periferia es una manifestación del centro”. Pero, en un Mandala, no estamos autorizados a hacer esta polarización; de modo que, si es cierta una dirección, entonces necesariamente tiene que estar presente la otra.

Además esas dos direcciones fluyen constantemente. Ambas pueden ser reunidas en una imagen de fluir constantemente, de modo tal que podemos decir que el Mandala pulsa. Su movimiento es doble, siempre.

4) El centro absorbe la periferia y es más vertiginoso, la periferia tiende a calmar al movimiento. Tomemos el ejemplo de un remolino. En la medida que un objeto se acerca al centro, su movimiento circular adquiere mayor velocidad hasta ser tragado, pero luego ese objeto subsumido es lanzado hacia otro lugar.

En un Mandala, la periferia manifiesta una multiplicidad que está generada por este vórtice central. En el centro o cerca de él, el movimiento es muy rápido; tanto, que no permite que nada se estabilice, o sea que tome forma. Cuanta más lejanía de él, más estabilización. Entonces, cuanto más lejos del vórtice central, más quietas se quedan las cosas y más estables permanecen en su definición. Por eso, en esa periferia aparece lo separado, la multiplicidad.

Así es como en el centro hay vacío y hay lleno. Y, visto desde la manifestación, cualquiera que se de en una dirección, tiene que estar compensada por otra, en la dirección opuesta. De la misma manera, cualquier disolución tiene que estar compensada por otra disolución en la dirección contraria. Por la propia índole del símbolo, acá hay un equilibrio constante.

Se trata de una ley de conservación que es básica en el campo de la energía. Otro símbolo de lógica mandálica es el de la serpiente que se come su propia cola y se va devorando a sí misma hasta que desaparece. Cuando se comió a sí misma totalmente, reaparece. Siempre está muriendo y siempre está renaciendo.


Adaptado de una conferencia de Eugenio Carutti.-Astrólogo-

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